Thursday, September 30, 2010

SATANÓFELES



Si se enfrentara un solo mosquito contra un gran guerrero humano en un ring de boxeo, ¿a cuál favorecerían las apuestas? Antes de cualquier respuesta impulsiva, sépase que en toda la historia de nuestra especie el animal que más muertes humanas ha causado no ha sido el hombre mismo con sus guerras, ni los leones con sus garras, ni los osos, ni los lobos, ni las ratas, ni vertebrado alguno; el animal responsable de la mayor cantidad de muertes humanas en toda nuestra historia ha sido el mosquito. O para ser más exactos, las mosquitos, pues son las hembras de los mosquitos las que nos pican en busca de sangre. No necesitan alimentarse de sangre para su propia subsistencia, pero sí para desarrollar y poner huevos. Así que las mosquitos nos pican -y nos matan- por instinto maternal, para tener sus propios bebitos mosquito. Conmovedor. Algunas larvas de mosquito, por cierto, son caníbales, y una sola de ésas puede comerse otras 20 larvas de mosquito al día. Resulta en particular paradójico y trágico que entre los humanos sean las mujeres embarazadas las que más atraen picaduras de mosquito; las embarazadas emiten una cantidad de dióxido de carbono mayor a lo normal, y es este gas lo que olfatean las mosquitos para encontrar fuentes de sangre.

Una de las enfermedades más devastadoras que puede contagiar la picada del mosquito es la malaria. La mosquito anófeles adulta, que vive apenas un par de semanas, succiona primero la sangre de alguien infectado, y de allí obtiene los parásitos de la malaria, los plasmódium. Éstos se desarrollan en su intestino y producen los esporozoítos que se alojan luego en las glándulas salivales del insecto, circunstancia ésta muy desafortunada para nosotros porque, al iniciar su picadura, la mosquito inyecta siempre un poco de su propia saliva como anticoagulante y vasodilatador. Así, en la próxima picada, van con aquella saliva unos pocos esporozoítos que entran al torrente sanguíneo de la víctima, y alcanzan el hígado donde se multiplican y producen miles de merozoítos, que terminan reventando las células hepáticas, luego de lo cual se recubren de la propia membrana de aquellas células descuartizadas para pasar así desapercibidos ante el sistema inmune. Estos microorganismos del infierno se dedican luego a un genocidio olímpico de células rojas de la sangre, en las que se multiplican para también reventarlas por millares y seguir luego atacando nuevas células rojas frescas. Pueden también, por supuesto, pasar al intestino de cualquier mosquito que pique al enfermo mientras éste siga produciendo dióxido de carbono, y así pasan a otros torrentes sanguíneos para perpetuar su especie repitiendo estas masacres celulares en los humanos.

En pocos días se presentan en la víctima los síntomas de la enfermedad: fiebre, vómitos, anemia, temblores y convulsiones. Los casos graves progresan de manera rápida y fulminante; producen daño renal y cerebral, y suelen conducir al coma y a la muerte incluso en cuestión de horas.

Una de las víctimas más célebres de la malaria -y por ende, de los mosquitos- fue quizá Alejandro Magno, rey de Macedonia, pupilo ilustre de Aristóteles, y creador de uno de los imperios más vastos de la historia antigua. Alejandro Magno inició su reinado cuando tenía apenas 20 años de edad, y conquistó todo lo que se propuso conquistar en apenas una década: el Asia Menor, Siria, Egipto, Asiria, Babilonia, el imperio Persa completo, y hasta los bordes occidentales de la India. El impacto de la cultura Helenística, difundida por todo el imperio de Alejandro Magno, duraría por siglos. Fue una de las figuras más famosas de la antigüedad, y se le considera uno de los más grandes conquistadores y estrategas de todos los tiempos.

A sus 32 años, Alejandro Magno ya había consolidado su gran imperio. Regresaba de su campaña por la India y había decidido detenerse en Babilonia, en el palacio de Nabucodonosor, para planificar su próxima invasión a Arabia. Era una tarde de los primeros días de Junio del 323 A.C. El entonces hombre más poderoso del mundo caminaba por los jardines de aquel palacio, rodeado de sus ejércitos invencibles, cuando zumbaba por aquel mismo jardín una insignificante anófeles de Babilonia que quería tener sus bebecitos de mosquito. Henos aquí, pues, ante al ring de boxeo del cual hablábamos al comienzo.

La anófeles olfateó el dióxido de carbono que provenía de los pulmones de Alejandro Magno; le siguió el rastro hasta posarse en la piel de su cuello, sobre el tendón del esternocleidomastoideo, justo debajo de la oreja izquierda; clavó allí su probóscide, inyectó su saliva anticoagulante y vasodilatadora, y manteniéndose alerta, comenzó luego a succionar la tibia e ilustre sangre. Alejandro sintió de pronto la picada y disparó su mano como un relámpago. La misma mano que aplastaba cualquier ejército del mundo podría sin duda aplastar la insolencia de cualquier mosquito, pero no solo la mosquito escapó salvándose del golpe, los microscópicos esporozoítos, inmunes al manotazo, comenzaban ya a circular por el torrente sanguíneo de Alejandro, que se rascaba mientras devolvía sus pensamientos a la invasión de Arabia.

Una semana después, Alejandro Magno yacía en cama moribundo. Los soldados se preocuparon y exigieron verlo, pues ya lo creían muerto. Los generales accedieron, y todos sus soldados pasaron, uno por uno, ante el gran líder que les podía dar la mano pero que ya no les podía hablar. Las anófeles de Babilonia asistieron también al evento, con sus zumbidos y con sus picadas, llegando incluso a transferir la malaria del gran líder a algunos de sus inadvertidos seguidores. El 11 de Junio del 323 A.C., dos días después de aquel desfile de soldados y de mosquitos, murió bajo el sol inclemente de Babilonia, y derrotado por un solo mosquito, el conquistador más grande de todos los tiempos.

Aquella anófeles hembra, tan fácil de aplastar, seguiría por allí zumbando unos días más, llena de vida -y de muerte-, ajena al magno evento histórico que ella sola acababa de escribir. Zumbaría entre el enjambre de humanos, y entre el enjambre disperso de otras miles de anófeles que seguirían zumbando como siempre habían zumbado, buscando sangre con el propósito de tener sus infernales bebitos de mosquitos zumbadores; sembrando la muerte en el intento, sin discriminar entre mendigos y miserables, o grandes conquistadores, niños recién nacidos y mujeres embarazadas.

Los parásitos de la malaria matan hoy en día entre 1 y 3 millones de personas de entre los 400 millones de casos de malaria que hay en el mundo cada año. Y la malaria es solo una entre varias graves enfermedades que transmiten los mosquitos, cada una con sus millares de muertes al año: la fiebre amarilla, el dengue hemorrágico, el virus del nilo occidental, y varias formas de encefalitis. Para agregar indignación al agravio, de todas estas enfermedades, por cierto, ninguna afecta en lo más mínimo a los mosquitos mismos.

(Este texto fue una Crónica de tarea que escribí el 3/Dic/2009 para el Programa Superior de Escritura Creativa del ICREA).

Thursday, September 02, 2010

"Permisadas" las "Sandancias" en Venezuela



Pareciera que los horrores de lenguaje han sido oficialmente "permisados" en Venezuela. ¿Por qué estaremos utilizando aquí este engendro de palabra: "permisar"? Lleva tiempo mencionándose en algunas declaraciones de representantes del gobierno y de la oposición, y hasta la he visto en primeras planas de algunos periódicos. Creí que sólo aparecía en periódicos oficialistas, pero ayer la leí en un artículo de El Universal, y la cosa me preocupó. Incluso hice una búsqueda de esta neo-palabra en las páginas web del Universal, y encontré que ya ha aparecido en varias ocasiones anteriormente.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra "permisado" no existe en nuestro idioma. Y por si acaso, tampoco existe "permisar". Yo entiendo que la lengua sea una entidad cambiante y viva, que el uso termine mandando sobre la norma y no al revés, etcétera etcétera. ¿Pero acaso no tenemos "permitido" y sus sinónimos? ¿Y qué pasó con "no autorizado", "no permitido", o simplemente "prohibido", para que tengamos que vomitar ahora "no permisado"?

Me pregunto cuál será la etimología de estas deformaciones. (¿O es que no son deformaciones?) Quizá fueron paridas en algún discurso político, y comenzaron los periodistas venezolanos a propagarlas como si nada, más allá de una cita textual. Pero si fue así, ¿qué clase de periodismo sería ese? ¿Por qué la prensa venezolana repite y propaga estas palabras?

El servicio Google Fight permite comparar con facilidad la popularidad de palabras o términos, contando la cantidad de ocurrencias almacenadas en las bases de datos de búsqueda de Google. En cuanto a "permisar" contra "permitir", o "permisado" contra "permitido", los resultados son abrumadores a favor de los vocablos tradicionales:

"Permisar" contra "Permitir": 659 contra 742000
(O lo que es lo mismo: 0.089% contra 99.911%)

"Permisado" contra "Permitido": 454 contra 985000
(0.046% contra 99.954%)

Pese a estos números de Google Fight, en Venezuela parece que no diremos ya "roto" sino "rompido", dejaremos de decir "educación" y comenzaremos a hablar de "educancia", y no diremos "ignorancia" sino "ignoriedad". Sólo muy de vez en cuando diremos una que otra "sandancia", y así, gracias a esta transformación lingüística revolucionaria, los venezolanos por fin dejaremos de hacer y decir sandeces para siempre.

Saturday, August 28, 2010

El Ómnibus de Cortázar




Apenas el año pasado leí por primera vez en mi vida el breve cuento "Ómnibus" de Julio Cortázar. Mi impresión luego de las primeras páginas: "Batalla de gorriones, qué imagen tan elegante y bonita". Mi impresión al final: "Peazo'e loco este Cortázar, a cual más absurda y frustrante las cosas que escribe..."

Ayer conversé con una señora que toma siempre transporte en el Nuevo Circo de Caracas para desplazarse entre el trabajo y su casa. Hace varios viernes ella decidió tomar allí un autobús distinto al suyo para salir de Caracas porque los autobuses de su ruta nada que llegaban. Cuenta ella que en este otro autobús la gran mayoría de los pasajeros llevaban unas grandes bolsas con comida y víveres, pero ella no llevaba nada, y todos se le quedaban observando descaradamente, con caras extrañadas y de visible desprecio, casi odio, incluso envidia. La señora terminó descubriendo que la esencia de aquella ruta era pasar por una cárcel, y aquellos pasajeros iban todos de visita hacia allá. Escuchando esto me cobró algo de factura y sentido este "absurdo" cuento de Cortázar: Ómnibus - Julio Cortázar, "Bestiario"

PD. Cabe mencionar también otro de sus cuentos: La autopista del sur. La realidad en verdad parece estar queriendo imitar al arte, en particular, estos cuentos de Cortázar: 9-Day Traffic Jam Stretches 62 Miles.

Tuesday, August 24, 2010

"Black Widow" (La Viuda Negra)




Hace un par de días tuve que escribirle a mi amigo italiano Gianluca para que por favor me recordara donde es que estaba la “Black Widow” aquella. Sabía que no había sido muy lejos de Pensacola-Florida. Aquella vez llegamos en apenas poco más de una hora manejando, ¿pero fue saliendo hacia el este, o en dirección contraria, hacia Alabama y Mississippi? No lograba recordarlo. Gianluca, por suerte, sí: hacia Alabama. Hasta me envió un link al lugar exacto. Le respondí que si tenía excelente memoria o es que tenía una base de datos en su PC con todos los lugares por donde había pasado. (Yo no tengo ninguna de las dos cosas, por cierto). En todo caso, he aquí el link: Waterville USA - Water and Amusement Park. Allí estaba y sigue estando la maldita Black Widow.

El nombre Black Widow evoca el personaje de Scarlett Johansson en la última película de Iron Man: la pelirroja ninja y sin mella que se aleja del combate caminando con la tranquilidad y serenidad de una pantera adormecida, pese a haber repartido justo antes la paliza mayor, dejando tullido a todo un ejército.

Gianluca y su esposa me dijeron que planeaban ir a ese water park con Rodrigo y Angela; que estaba a poco más de una hora manejando, que si yo quería anotarme y acompañarlos. “Má! Que dicce! Claro que sí my friend!”, les dije. Viviendo en Pensacola y muy cerca de sus larguísimas playas blancas, un poco de agua con cloro pero ni sal ni arena era un cambio interesante. Y a todas éstas, yo todavía no había estado en ningún water park en los U.S.A.

Nos fuimos pues aquel fin de semana, y ahora viendo esa página es que recuerdo: salimos de Pensacola-Florida en dirección a Foley-Alabama, y de allí seguímos hacia el sur, hacia las aguas del Golfo de México. Por allí quedaba el Waterville USA. Todo un parque de diversiones acuáticas para todas las edades.

Recuerdo que allí nos metimos en unas tripas de caucho infladas para bajar por una especie de “río” clorado, con pequeños rápidos y con cascadas que nos caían encima. También me lancé por un “Jet-stream” que lo aceleraba a uno como si uno fuera un bob-slide en olimpiadas de invierno, y por un tobogán gigante que se llamaba “Kamikaze”, de unos 20 metros de alto, cuyo comienzo era una caída casi vertical. Fue todo un reto decidir caer voluntariamente por aquel precipicio, pero terminé lanzándome. En fin, para todas las edades, allí había como entretenerse.

En medio de aquellas diversiones pusimos la vista en una cierta gran torre, de cuya parte más alta surgían dos inmensas tuberías gigantes. Éstas se retorcían en el aire como inmensos gusanos, y desembocaban en unas piscinas debajo. Desde varios lugares cercanos del parque habíamos escuchado gritos de gente aterrada y/o quizá divirtiéndose muchísimo; ahora descubríamos que estos gritos provenían de allí.



La torre, sin embargo, estaba atiborrada de gente haciendo cola. No resultaba muy atractivo tener que hacer tanta cola bajo aquel sol inclemente del verano de Alabama, sobre todo con tantas otras opciones refrescantes disponibles en el parque. Pero tanta gente y tantos gritos resultaban intrigantes.

Preguntamos y nos dijeron que la gran tubería azul era una de las más largas de todo el Golfo de los USA, y la gran tubería negra era una especie de versión especial y mejorada de la Azul. A la azul le llamaban la “Hurricane”, y a la negra la “Black Widow”, o en español, la Viuda Negra.

También nos dijeron que la cola larguísima era precisamente la de la Viuda Negra. La Hurricane tenía una cola cortica allá arriba en la cima de la torre; apenas unos pocos minutos en esa cola y ya te lanzabas. Varios de nosotros subimos de inmediato y nos alistamos en la Hurricane. Al acercarme pude notar que los encargados del parque se tomaban muy en serio su trabajo. En particular, los de la Black Widow se ponía a explicar varias cosas, y hacían muchos preparativos y gesticulaban mucho con las manos. La gente entraba y en milisegundos se escuchaban los gritos aquellos. Y los gritos que se adentraban en la Black Widow parecían destacarse bastante sobre los de la Hurricane.

En fin, ya estaba yo en mi turno para lanzarme por la Hurricane, y por fin me lanzo. ¡Yeeeeeeeeeeehhaaaaaaaaaaaaaaaaaa!.... ¡Aquello en verdad era fantástico! ¡Qué bajada tan fenomenal! Además, ¡era larguísima! La Hurricane era toda una montaña rusa acuática, mucho más larga que el jet-stream, batuqueaba con mucha mayor fuerza en las curvas, y tenía muchísimas curvas. Nos quedamos picados y decidimos que, si la Hurricane era tan buena y veloz, no podíamos irnos sin probar al menos una vez aquella tan cotizada “Black Widow”.

Entramos entonces en la cola de la Black Widow, que comenzaba a unos 15 metros de la base de la alta torre. Así de larga era la cola, que subía dando vueltas y vueltas por todos los escalones de la torre, hasta la plataforma en la cima. Fuimos avanzando muy lentamente, primero llegamos a la base, luego al primer descanso de las escaleras, luego al segundo, luego al tercero, etc. etc. La única novedad en aquella larga cola era la gente que subía corriendo para entrar directo arriba en la cola de la Hurricane. Todo el tiempo se escuchaban aquellos gritos lejanos y apagados dentro de los tubos, y siempre era un tanto difícil distinguir si eran de diversión o de horror.

Nos tomó una media hora llegar a la plataforma en el tope. Cuando me toca el turno, el encargado me pregunta si primera vez; le respondo que sí, y comienza su retahíla muy seria de instrucciones: me indica cómo debo acostarme, cómo debo tratar de mantener los brazos, que no entre en pánico, que todo va a estar bien, y bla bla bla... El mismo discursito que le decía a los niñitos más pequeños. “Pero si yo soy un adulto vale...”, pensé, pero muy educado me hice el que escuchaba todo y a todo le respondía ok, ok, ok. A su espalda estaba aquel gran círculo negro, la boca de la Black Widow. En cuestión de segundos cruzaría aquel misterioso umbral. Detrás de la voz del encargado se seguían apagando los gritos desaforados de los últimos osados, cada vez a más profundidad. Por fin iba a conocer el porqué de tanta gritadera infantil.

Y me lanzo...

A mí me fascinan las montañas rusas. He tenido la suerte de montarme, y múltiples veces, en algunas de las montañas rusas más destacadas de Orlando-Florida, entre ellas: "The Incredible Hulk", y la “Dragon Challenge” de Islands of Adventure. La Hulk es la de los rieles verdes y estructura ultramoderna, que te dispara a toda velocidad y hacia arriba en la salida. La Dragon Challenge son dos montañas rusas en una, dos trenes que van por rutas distintas y en cierto punto se encuentran y parece que van a chocar frente a frente a toda velocidad. Pero con todo y estas experiencias previas puedo asegurar algo: en este lugar de Alabama llamado Waterville USA, que dizque es un Parque de Diversiones Acuáticas, y de cuya ubicación yo no podía acordarme, hay una maldita tubería negra gigante que llaman la “Black Widow”, o en español, la Viuda Negra, una tubería de las de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco, y galgo corredor... llegarán a escuchar quijotadas por el estilo, pero no se dejen engañar. Esa no es ninguna tubería negra simplemente más avanzada que la Hurricane. No. La Black Widow es en verdad un disimulado portal a una parcela del Infierno.

Apenas se entra en la boca de la Black Widow comienza a extinguirse la luz a toda velocidad. Cuestión de fracciones de segundo. Se dobla el primer codo del tubo, y de aquel mundo de donde uno proviene, donde los ojos se achicaban de tanto resplandor, ya no queda absolutamente nada. Nada de nada. En ninguna dirección. Todo es del negro más absoluto. La negrura es tan perfecta y se asienta con tal solidez que de inmediato acapara toda la atención, se vuelve preocupante a pesar de uno. Intento abrir los ojos a más no poder, como para respirar falto de aire, pero aquella oscuridad asfixia y aplasta sin remedio. Todo en cuestión de fracciones de segundo.

En medio de esta desolación hace acto de presencia otro descubrimiento perturbador: la sensación de deslizamiento ha desaparecido de manera inexplicable. Uno no está bajando ni deslizándose, sino flotando suavemente como en un limbo negro, prisionero entre las paredes de un barril mojado y sellado por completo, que flota en la nada. Cual cucaracha desprevenida que se condena a sí misma a ahogarse en penumbra eterna por haberse metido en una lata de refresco en una fábrica, justo antes de que sellaran la lata.

Si ese escenario suena algo desesperanzado, la cosa empeora de manera considerable. La lata sellada con cucaracha atrapada adentro está como flotando en el centro de un campo negro de fútbol del infierno, rodeada en todas direcciones por una jauría de demonios gigantes que tienen caras de murciélago. Yo estimo que deben ser unos cincuenta demonios en total. Como buenos murciélagos, son inmunes a la oscuridad absoluta, y saben que la lata está allí. Más aún, saben que la cucaracha (uno) está dentro de la lata, porque la pueden oler. Resulta que las cucarachas son el manjar favorito de estos demonios. El objetivo del juego en ese campo parece ser patear esa lata, magullarla, retorcerla salvajemente y maltratarla tanto como sea posible hasta romperla. El demonio cuya patada logre por fin romper y abrir la lata se come la cucaracha.

Suena un pito inaudible, que sólo escuchan los murciélagos del infierno, y en aquel espacio negro y sin dimensiones el cuerpo dentro de aquella lata de pronto choca desde los pies pasando por la rodilla izquierda, el muslo izquierdo, la cadera, costillas, hombro, hasta cuello, oreja y cráneo, en fin, toda la anatomía posible del lado izquierdo de uno choca de súbito contra lo que debe ser una patada gigante de uno de estos cincuenta malditos demonios; sale entonces la lata despedida de manera explosiva hacia alguna dirección de aquella negrura inexorable, pero no sabemos hacia dónde, ni dónde está el próximo engendro de jugador, ni por dónde llegara la próxima patada, y estamos de pronto dando vueltas de manera momentáneamente plácida en aquel vacío sin gravedad, dentro de aquel aparente barril sellado, desorientación completa y sin embargo plácida, a merced de las tinieblas, y entendemos que otro murciélago acaba de recibir la lata con un soberano rodillazo; las paredes de la lata vienen a dar entonces justo contra nuestra frente, nariz, boca, mentón, esternón, abdomen, brazo derecho mal doblado sobre el abdomen, cadera y parte de los muslos, y en esta ocasión parece que se salvan nuestros tobillos y pies, pero ahora otro demonio de turno está estrujando la lata, y parece lograr sujetar nuestros tobillos y querer aplastarlos de manera inverosímil contra nuestras mismas orejas, para qué no lo sabemos, pero cambia de idea antes de que nos demos cuenta, y nos asesta una brutal patada justo en los riñones, para hacerle un pase a otro de sus gigantes y horrendos compañeritos de juego. La lata no cede fácilmente, y los demonios entonces se amañan desquiciados; cada uno parece tomar su turno y administrar su técnica rompelatas más eficaz; todos quieren comerse ese insecto imbécil que se condena al infierno solito metiéndose en una atracción de un parque de diversiones.

En medio de las contusiones se escuchaban gritos despavoridos a lo lejos. Como que los demonios jugaban con varias latas a la vez. Después de que los cincuenta demonios habían tenido suficientes chances de destrozar la lata y de hacerme papilla, aparece entonces una pequeña luz en medio de la violencia, en medio de la negrura... Distingo debajo de mis pies algo luminoso, y esto sin duda significa que la lata se está rompiendo, y que ya en muy poco tiempo voy a terminar triturado entre las fauces del murciélago ganador. Sabiendo que se le agota el tiempo, uno de ellos descarga toda su furia asestando una patada de fuerza descomunal, aplasta entonces la lata contra la totalidad de mi espalda, y salgo disparado hacia lo que descubro es ahora un pequeño círculo de luz que se va agrandando, y gracias a esa luz veo que la lata de mi encierro parece ahora elongada, se ha convertido en un gran tubo gigante y negro por el que me deslizo a gran velocidad, hacia ese círculo de luz que ya es una insufrible explosión de luz azul, y tengo que cerrar los ojos, y entiendo entonces que no han roto la lata, que estoy en verdad cruzando un umbral por donde se sale del infierno, a través de una gran tubería negra, cayendo en una gran piscina en algún lugar de Alabama, y llena de cloro y agüita aguamarina, clara como el agua de todas las piscinas que están de este lado del inframundo.

El chapuzón inundó lo que entonces entendí era mi propia garganta emitiendo un alarido aterrado y horripilante. Maniobré aturdido hasta lograr sacar la cabeza del agua y ponerme de pie. Casi no podía creer que hubiese regresado la gravedad, que estuviera de pie sobre algo firme, que existieran la luz y las cosas visibles, y que al parecer estuviera ya fuera del alcance de aquellos monstruos.

Miré a mi alrededor deslumbrado. Revisé mis brazos y piernas, mis hombros, mis codos y rodillas, todo el cuerpo. Parecía increíble, pero no estaba lastimado. Volteé para ver aquello, y allí estaba la Black Widow, como una serpiente de medusa gigante, por fuera más bien grisácea que negra, un exterior que ni remotamente sugería la maligna oscuridad de su interior. Y por completo inmóvil, pese a toda la violencia que escondía, serena como toda viuda negra, como Scarlett Johansson después de repartir paliza. ¿Cómo sobreviví aquella violencia? ¿Y cómo aquella ausencia de gravedad?... En esto sacudo los brazos, por fin libres, y me percato de que estoy resoplando de adrenalina, se podría decir que hirviendo en violencia y casi rabia, como listo para atacar con pleno furor cualquier amenaza. Pero el azul aguamarina me rodeaba ondeando muy tranquilo, y se escuchaban a lo lejos los mismos gritos de antes, apagados, entre divertidos y aterrorizados. Había gente por allí caminando, niños chapoteando en piscinas distantes, viejitos en pareja... El mundo circundante estaba en calma, el sol brillaba. Era tan inútil resoplar de adrenalina allí, y sin embargo era tan agradable y energizante. Mis ojos dieron de pronto con la salida de la Black Widow, y me estremecí al ver otra vez aquella negrura perfecta. Malditos ingenieros de la oscuridad.

Escuché entonces un grito que se aproximaba a toda velocidad, y salió disparado de la Black Widow otra cucaracha infeliz. Este era un hombre gordo y pecoso de Alabama, quizá de unos 30 años. Luego de hacer su splash y maniobrar y ponerse de pie con torpeza, tal como había hecho yo hacía unos instantes, descargó toda la efusividad de su acento sureño diciendo: “Hoooooooly Shit! Mother Fucker Black Widow, man!... Hooooooolllly Shit!...” Caminó bamboleándose por la piscina repitiendo esas exclamaciones un par de veces, y con más dificultad que gracia logró salir del agua sin utilizar la escalera. Una vez en tierra firme inició un trote algo atolondrado pero curiosamente decidido. Aún viéndolo alejarse me encontré haciendo exactamente lo mismo, corriendo también medio atolondrado pero decidido detrás de aquella otra cucaracha, otra vez hacia la torre de la Black Widow.

Monday, August 09, 2010

Sobre "Inception" (La película)




Un amigo comunicador social, Claudio Medina, escribió en su blog un interesante post sobre la película Inception. Inicialmente intenté responder allí pero no encontré cómo. Entonces dejé feedback en su post en Facebook, y escribí este post aquí. Luego pude por fin llegar al campo de feedback en su blog.

Extendiendo lo que escribí en ese comentario, pienso que no sólo los libros pueden conversar entre sí; por supuesto que también los blogs. Así que dejemos que conversen :)

Yo no diría que Inception es una reinterpretación de The Matrix, pero no ahondaré en ese tema en específico para no dar demasiados detalles de la película y caer en spoilers. Lo que al menos quisiera decir es que Inception me recordó algo que aprendimos recientemente en un programa de escritura creativa (ICREA, con el maestro Don Roberto Echeto entre otros): que los libros "no se escriben aislados; siempre comparten algunas cosas con otros libros predecesores, como si conversaran entre ellos de un mismo tema, pero desde ángulos ligeramente distintos".

Pienso que eso mismo debe ocurrir con las películas, porque esta película Inception me parece que "conversa" varias cosas con varias otras películas, no sólo con The Matrix (1999), también con otra un poco menos conocida: Dark City (1998), y aún con otra que prometía, pero que resultó algo malosa: The Cell (2000). Nótese los años de estreno de cada una. Curiosamente esas tres películas vieron la luz muy de cerca en el tiempo; Inception llega una década después a esa conversa.

A juzgar por los votos en IMDB, Inception (que está de #3) parece que se puede quedar por encima de Matrix (#27) entre las mejores películas de todos los tiempos, aunque hay que esperar a que se estabilice su puntuación.

Entre estas cuatro películas mencionadas aquí, para mí The Matrix sigue siendo la mejor, seguida muy de cerca por Inception; de lejos le sigue Dark City, y muy pero muy lejos queda The Cell.

Thursday, April 08, 2010

Starbucks en Venezuela



Starbucks es la compañía internacional de café más grande del mundo. Comenzó en Seattle WA, USA en 1971. Abre una tienda nueva todos los días, y ya tiene casi 17.000 tiendas en 49 países. Entre esos países, lamentándolo mucho, todavía no podemos contar a Venezuela. :(

Escribo hoy sobre Starbucks porque, aunque Ud. no lo crea, encontré una botellita de Starbucks en un abasto en Caracas, una de las botellitas de "Coffee Frapuccino":



Yo solía tomar estas botellitas con relativa frecuencia cuando vivía "abroad". Costaban, si mal no recuerdo, unos dos dólares. Acabo de revisar en Amazon, y el paquetico de 12 botellas tiene ahora un precio de lista (MSRP) de $30, lo que significa que cada botella está ahora en USA por $2.50.

Al cambio oficial que tenemos en Venezuela (Bs. 4.30 por 1 US$), eso corresponde a Bs. 10,75 por botellita. ¿Pero cuál es el precio de esta botellita en la tiendita en Caracas? Bs. 31,50. ¡Prácticamente el triple!

No, thanks. Go Starbucks yourself.

Cabe mencionar, hace apenas un par de semanas pedí un marrón claro en una panadería del CCCT, un vulgar marroncito en vaso plástico en la barra, nada de servido por mesonero en taza de porcelana en una mesa. En casi todas partes un café así, de panadería en vaso plástico, está a cinco, pero el cafecito costaba allí Bs. 9,00. Pensé que lo tendrían así de caro para controlar una demanda excesiva. Esto es tan sólo una panadería del CCCT después de todo, no un lugar de los bonitos para tomar café. ¿Será que lo hacen muy bueno? Decidí comprarlo para probarlo, y hasta pedí factura. Sin que me quede nada por dentro, sabía a miér-coles. Ese sabor solito podría controlar cualquier demanda. Si café así de malo cuesta nueve bolívares, entonces sí que tiene sentido cobrar treinta por una botellita de Starbucks Frapuccino.

Pero anyway: no, thanks. Go Starbucks yourself. Y a los de esa panadería del CCCT, lo mismo.

Monday, March 22, 2010

Fotos y Links en posts del Dynahi reparados





Aquí los cuatro posts de la Saga del Dynahi. En el último coloqué links a varias galerías completas que subí a Picasa:

Dynahi terminado! (Parte I)
Dynahi terminado! (Parte II)
Dynahi terminado! (Parte III)
Dynahi terminado! (Parte IV - final)

Friday, March 19, 2010

Reparando links a imágenes

Disculpas por los "broken links" entre los primeros posts de este blog, sobre todo los del Dynahi.

El website Head-fi.org (foro de entusiastas de audífonos y de audio en general, del cual soy miembro desde el Pleistoceno) sufrió un problema técnico severo a finales del 2007, lo cual les ocasionó un blackout legendario de varias semanas.

Lo primero que escribí en Head-fi luego de que revivieran el site de ese blackout fue precisamente lamentar lo grave que era perder todos los links anteriores que existían dentro del foro, y también fuera del foro hacia infinidad de comentarios, hilos, fotos, etc. dentro del mismo. Esa riqueza de hipertexto y multimedia se perdió para siempre.

Uno de los afectados por ese blackout fue este modesto blog que ahora lees, pues varias de sus primeras entradas rebosaban de links hacia Head-fi. Lo único que queda es reparar esos links.

Subiré mis fotos a Picasa y estaré reparando todos estos links próximamente. Gracias a Don Echeto por la sugerencia.

Sunday, February 14, 2010

El ruido y la luz

Hoy pasé por los puestos de libros usados que están debajo del puente de la Av. Fuerzas Armadas. No conseguí nada interesante. Culpa mía. Fui un poco tarde, después de las 4:00 pm. A esa hora de un sábado ya muchos puestos están cerrados, y los que sigan abiertos están ya en proceso de cerrar, o por comenzar el cierre.

Decidí regresarme en Metro, y bajé hasta la esquina de la iglesia Corazón de Jesús, en el cruce entre la Av. Fuerzas Armadas y la Av. Universidad. Noté que la puerta de la iglesia estaba abierta. Yo, la verdad verdad, no soy religioso, pero algo que a mí sí me gusta en medio de una ciudad como Caracas es poder disfrutar un poquito de tranquilidad cuando se puede, y algunas iglesias se prestan para esto. Y conozco la iglesia Corazón de Jesús desde hace mucho tiempo, y me parecía que la conocía bien, porque allí yo fui fotógrafo de bautizos cuando era adolescente, y la recorrí de arriba abajo muchas muchas veces.

Esta iglesia tiene una acústica bien curiosa. Afuera pueden estar la Fuerzas Armadas y la Av. Universidad vueltas un desastre, una guerra de cornetazos en tranca, pero si uno entra allí y tiene la suerte de que no haya misa, es como meter la cabeza en el agua: el ruido se sofoca, y se sumerge uno en un bálsamo de tranquilidad. Antes de cruzar el portón noté que no había ninguna tranca afuera, de hecho no había mucho ruido en la calle, así que la iglesia debía ser un verdadero tesoro de silencio.

No tuve suerte. Había un grupo de música ensayando, y para variar, como ocurre en casi todas las iglesias hoy en día, utilizando micrófonos, diseminando la horrible versión electrificada y mal amplificada de su sonido por todas las cornetas de todas las naves, a volumen ridículamente superior al necesario.

Yo no me explico cómo se ha perdido tanto el disfrutar los sonidos naturales y no amplificados, sobre todo en una iglesia. Que llegue el sonido a nuestros oídos directo desde las gargantas y desde las cuerdas, no desde unas cornetas. Un coro o un grupo cantando en un templo, a lo lejos, aunque se oigan bajito, como un rumor acompasado, un rezo en grupo, reverberando en la acústica propia del lugar... Ese sonido no es tan solo relajante, a mí me parece que tiene algo casi curativo, y ese sonido no lo he podido escuchar desde hace añales, casi desde que cantaba en un coro. Las iglesias hoy en día como que se sienten acomplejadas u obsoletas si no tienen sus cornetas a millón distorsionando cualquier cancioncita que se toque dentro del recinto.

No es cuestión de que el grupo estuviera desafinando, que yo no tengo oído absoluto para dármelas de que no aguanto una desafinación. Y las voces humanas, incluso desafinadas, cuando reverberan a lo lejos cantando o rezando son un sonido que a mí me parece agradable en sí mismo; como los cumpleaños, que no importa si suenan desafinados. Pero esos mismos sonidos descuartizados por los sistemas de "public access audio" de las iglesias, al volumen que les ponen, y multiplicados por la reverberación, lo que hace es engendrar una verdadera pesadilla auditiva, más todavía para un tímpano que lo que estaba era buscando paz. Ese sonido deforme y metálico está, para mí, mano a mano con las cornetas de los carros en una tranca histérica; con los gritos de un cerdo asustado cuando lo maltratan; con las uñas en la pizarra...

Al entrar, yo había intentado sentarme en el lado izquierdo, es decir, el lado norte. Y me llegué a sentar, pero aquel ruido infernal no me permitió aguantar mucho. En menos de quizá 10 segundos me estaba levantando para salir, y apenas doblando la esquina del banco de madera me quedé allí, para mi sorpresa, petrificado. Sentado en el lado norte tuve por supuesto que voltear hacia el lado sur para dirigirme a la salida (que da al oeste), y lo que me detuvo fue, separándome de la Av. Universidad, y como a 15 metros, la pared sur de la iglesia. O más bien, las partes que no eran pared. No eran todavía (corrección) las cinco de la tarde, y esa tarde, afuera, estaba completamente encendida. La luz del sol golpeaba como un diluvio gigantesco al otro lado de esa pared, alumbrando todos sus vitrales como yo nunca antes los había visto.

Estamos hablando de la humilde Iglesia Corazón de Jesús. Yo sé que no es ninguna Sagrada Familia, ni Capilla Sixtina, ni tiene los vitrales de Notre Dame, ni nada por el estilo. Y sin embargo, aquello detenía la respiración... Después de unos instantes en los que el ruido parecía haber desaparecido por completo, me volvió el pensamiento, y lo primero que me vino a la mente fue preguntarme algo no muy sublime: si habrían cambiado los vitrales. ¿O los habrían limpiado hace poco quizá? Miré hacia arriba, casi boqui-abierto, y aumentó mi asombro cuando vi los vitrales redondos de la parte superior de la nave central, también refulgiendo como nunca.

Todavía con el cuello estirado, y medio pasmado, me llego a dar cuenta de otro detalle: no hay bombillos encendidos. ¡Ah! Comienzo a ver para todos lados, y en efecto, ningún bombillo encendido. Estarán sin luz, o estarán racionando electricidad. Apenas hay una vela por allá adelante, cerca del altar. No hay luz (eléctrica, quiero decir). Pero no, el grupito seguía sonando horrible con su amplificación, así que luz eléctrica había para dañar el espacio acústico. Estarían racionando. En todo caso, el ruido golpeaba los oídos como para salir corriendo, pero la luz que había allí hacía todo lo contrario con los ojos.

No recuerdo haber visto esta iluminación por completo natural en esta iglesia, pese a yo haber estado tantas veces allí en mi vida. No pude recordar haber estado nunca justo como a esa hora, entre 4 y 5 de la tarde, con todas las luces de la iglesia apagadas, y con semejante sol alumbrando los vitrales. Me impresionó también el hecho de no haber notado aquello apenas entré en la iglesia. Quizá fue el choque acústico que me recibió lo que me distrajo; aquella estridencia dolorosa y enfermiza, cuando esperaba más bien un silencio sanador. Sin embargo, aquella luz...

Pensé también que no es primera vez que me pongo a pensar (valga la redundancia) en la importancia de la luz en las iglesias. No hace mucho estuve en la de Santa Teresa, y casi toda su iluminación ahora es de esta de bajo consumo, y no con bombillos de luz cálida, sino con los de luz fría. Habiendo estudiado cuatro años de mi primaria en el colegio Santa Teresa, tengo también memorias muy tempranas de mi vida con imágenes relucientes de cómo se veía esta otra iglesia con su luz eléctrica incandescente de aquellos tiempos "ineficientes", más las velas. La iglesia Santa Teresa de hoy simplemente no se ve igual; no transmite ni rastro de lo que transmitía aquel espacio antes, y me parece que la diferencia principal no radica en el deterioro de las paredes, ni en el bronce sucio de ese marco colosal que cubre el altar, ni en las telarañas arriba; la diferencia está en esa nueva iluminación fría, que choca también como uñas en una pizarra contra lo que me trae el recuerdo.

Volviendo a la Corazón de Jesús, mis oídos tuvieron que aguantar un poco más. En vez de salir de una vez, me acerqué a los vitrales vivientes. Noté que el lado norte también tenía algunos de los vitrales altos bastante iluminados, aunque los de abajo estaban por completo "apagados". Pero los del sur... la verdad no es fácil describirlo; aquello estaba iluminado de una manera que parecía imposible. La luz era tan potente y el colorido tan vivo. Tantas veces antes en esa iglesia, y nunca había visto yo semejante fulgor.

Me quedé un rato revisando los detalles de los vitrales, las caras tristes de los personajes, los colores. Los rojos. Los violetas. Los amarillos. Los blancos que parecían quemar. Y los diseños tan geométricos, tan intrincados. ¿Cómo nunca me había fijado mucho en ellos? Algunos de los vitrales tenían estatuas en frente, que por supuesto se veían oscuras y al contraluz, y eran un soberano estorbo para apreciar lo que importaba allí en aquel momento.

Me alejé y volví al lado norte, como para apreciar todo aquello en conjunto antes de irme, pero allí al parecer era donde retumbaba más el chirrido del grupito a través de las cornetas. Lo más irónico es que cantaban y tocaban indiferentes a aquel fenómeno visual, casi todos dándole la espalda. Quizá estén acostumbrados. Se ha perdido no sólo disfrutar del sonido natural, también se ha perdido disfrutar la luz natural.

Imagino que la única forma de apreciar bien esto que menciono es estar allí, y en las condiciones adecuadas. Como a esa hora, entre (corrección) 4 y 5 pm, cuando el sol esté disparando directo contra aquellos vitrales, con aquella furia tan serena. Un día como hoy, como la mayoría de estos días: sin nubes y sin lluvia, sol limpio, candente, y parejo, lo que se dice parejo. Pero también, sin luz eléctrica en la iglesia; que la iglesia no tenga ninguna luz artificial. Solo espero que se repitan estas condiciones cuando vuelva con mi cámara. Colocaré fotos aquí y en Facebook, aunque dudo que harán justicia.

PD. Actualización: unas fotos que tomé al día siguiente, pero un poco tarde, como a las 5:15 pm, cuando ya el sol no incidía directamente tras los vitrales.

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